Aurica apuesta por compañías de tecnología y servicios

Aurica se está enfocando en compañías de tecnología y servicios debido a que la gestora es un fondo de crecimiento y expansión, donde las operaciones que se llevan a cabo no se realizan con apalancamiento financiero. El objetivo de Aurica es obtener rentabilidades interesantes para los inversores, y en vez de enfocarse en ese desapalancamiento, se centra en aquellas compañías que operan en sectores con vientos de cola y con modelos de negocio escalables para que puedan incrementar su tamaño de forma relevante en 3-5 años. La segmentación tan clara en compañías de servicios se basa en que la gestora ha detectado mayores oportunidades de realizar crecimientos relevantes sin elevadas inversiones, como puede ser el caso de empresas de perfil industrial que tienen que acometer inversiones en fábricas o activos similares.

Si se amplía el foco en compañías de servicios y tecnologías, actualmente Aurica está centrada en los siguientes verticales:

  • Digitalización y tecnología: enfocado principalmente a empresas de servicios que acompañan en la digitalización, como pueden ser las ya vendidas Babel (Consultoría IT) y Samy Alliance (Influencer Marketing) pero también las participadas actuales t2ó one (marketing digital), Alquiler Seguro (proptech) y Educa Edtech (educación online).
  • Salud y bienestar: foco en compañías de servicios que acompañan las tendencias de tercera edad, cuidado personal y mundo del deporte. La gestora considera que son sectores defensivos ante un cambio de ciclo y donde España es puntera a nivel internacional. Actualmente la gestora cuenta con una empresa participada que es Canitas (clínicas veterinarias), pero espera incrementar su presencia en estos segmentos durante los próximos años.
  • Business Services: servicios B2B variados pero que crecen por diferentes motivos, como puede ser el sector de defensa y aeroespacial, servicios financieros o legales, así como los servicios medioambientales que están acompañando la transición energética, como fue el caso de la exitosa venta de STI Norland (trackers fotovoltaicos).

Dado que Aurica es un fondo con elevado foco en el crecimiento, presta especial atención a esta variable, y actualmente tiene en cuenta tres tipologías de crecimiento que se abordan a partir de la casuística de la compañía:

  • Crecimiento orgánico: enfocado en aquellas compañías que tienen un crecimiento anual superior al 20%. Lo que se busca es replicar la compañía en nuevas geografías y mantener un crecimiento relevante en las geografías en las que ya estaba presente la compañía.
  • Buy & build: combinar crecimiento orgánico en aquellas compañías que crecen un 10-20% anual con un crecimiento inorgánico que permita incrementar la propuesta de valor de la compañía, la presencia geográfica o bien la tipología de clientes. Gracias al crecimiento inorgánico, Aurica ayuda a que estas compañías puedan conseguir un crecimiento adicional al que obtendrían de forma orgánica.
  • Incremento de perímetro: se trata de replicar un concepto probado a través de nueva capacidad instalada, aplica a negocios como el de clínicas veterinarias, restauración, agrícola…

Este análisis sobre sectores y perfil de empresas aplica tanto a EE. UU. como a España, regiones en las que están más centrados actualmente.


Estados Unidos acelera, Europa reordena, España encaja – Equipo de análisis de Aurica Capital

Tras más de una década de dinero barato y cadenas de suministro globales que funcionaban como relojes, nos encontramos con lo que parece un cambio de régimen. Una geopolítica más áspera, tensiones en rutas comerciales y una nueva tecnología promete una productividad que aún no sabemos medir del todo a la vez que genera tensiones nuevas sobre energía, datos y regulación. En este cruce de caminos, Estados Unidos pisa el acelerador industrial, Europa recompone prioridades y España, discretamente, encaja varias piezas que la sitúan mejor que hace una década.

El mundo que dejamos atrás se regía por tres vectores: globalización, tipos bajos y energía barata. El camino que tenemos por delante es más sinuoso. Los conflictos bélicos en Europa y Oriente Medio han recordado que el comercio depende de rutas que pueden atascarse. Estados Unidos, en una decisión que durante años habría parecido contraintuitiva en la patria del laissez faire, ha dado un giro político hacia el proteccionismo, decidiendo volver a fabricar —chips, baterías, componentes eléctricos— y asegurar su columna vertebral energética y digital. La consecuencia práctica no es un colapso del comercio, sino una reconfiguración más regional, con menos eficiencia “just-in-time” y más resiliencia “just-in-case”, lo que implica una presión de costes.

A esa ecuación se suma la inteligencia artificial. Es difícil ignorar su potencial para multiplicar la productividad, desde fábricas más automatizadas hasta servicios profesionales que escalan con software. Pero, como inversores, conviene recordar dos advertencias. La primera: los beneficios llegan con retraso respecto a la inversión en compute, talento y datos. La segunda: las burbujas no nacen de tecnologías inútiles, sino de expectativas desordenadas. Con ese telón de fondo, Estados Unidos ofrece hoy un viento de cola difícil de ignorar. Atrae proyectos de fabricación avanzada y ha sabido convertir el discurso del reshoring en obras.

Otra viga maestra estadounidense sigue siendo la innovación. La densidad de talento y capital en sus hubs tecnológicos genera un círculo virtuoso en el que las Big Tech, las universidades y el venture capital alimentan avances que se filtran al tejido productivo. Esa inercia no se replica de un día para otro.

Europa transita un camino distinto. Varios gobiernos han empezado a verbalizar lo que los demógrafos repiten desde hace tiempo: el modelo social exige más productividad por hora trabajada y más crecimiento potencial en un continente que envejece. Esa franqueza, lejos de ser una mala noticia, ayuda a enfocar el capital en lo esencial. Cuando el entorno se vuelve más incierto, conviene invertir en lo que no va a cambiar: una población que envejece y que va a demandar salud y cuidados; una economía eminentemente de servicios, intensiva en pymes; un compromiso irreversible con la descarbonización y la independencia energética; y una digitalización que ya no es moda sino condición de competitividad. A ello se suma una característica diferencial europea: mercados fragmentados donde la disciplina operativa y la consolidación ordenada crean valor sin depender del ciclo.

En ese mapa, España ha mejorado su posición relativa de forma notable. La combinación de liderazgo en renovables, capacidad de regasificación y una red de fibra óptica puntera en Europa ha abaratado y estabilizado insumos clave para industrias electrointensivas y servicios digitales. El país ha crecido por encima de la media del euro y presenta una abundancia de oportunidades en sectores donde el crecimiento es estructural. El trabajo del inversor está en el detalle: gobernanza y compliance robustos para navegar el nuevo proteccionismo, trazabilidad de cadena de suministro, capacidad de revisión de precios y una integración operativa que cree valor de verdad, no solo tamaño.

No elegimos el mundo en el que invertimos, pero sí elegimos cómo lo hacemos. Hoy, la tentación es discutir si la IA es la nueva electricidad o la nueva burbuja, si el proteccionismo será pasajero o estructural o la fecha de caducidad de los diferentes conflictos bélicos. Esa conversación es interesante, pero no da retornos sostenibles por si sola. La agenda del inversor pasa por apostar por compañías que, en este nuevo contexto, sepan ser imprescindibles. Un contexto en el que Estados Unidos ofrece el impulso industrial, Europa reordena prioridades y España, por primera vez en mucho tiempo, encaja con fortalezas propias.

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